Nine o la insoportable y triste vida del Guido

Nine de Rob Marshall se convierte en un sabroso guiño a la historia del cine de los años setentas, quién disfrutó de la obra de Fellini encontrará en este filme una oportunidad para recordar a la vieja gloria del cine, a esa Italia espectacular que proyectaba nuestros deseos y fantasías al pie de uno de esos puertos italianos que no hacen más que empujarte a escribir tristes historias de amor. Nine, más allá de sus coreografías, de su espectacular reparto y de esas frases célebres sobre el “hacer cine”, aburre. Ni bien el hilo narrativo  empieza a seducirte son su historia, te estampa un musical tan elaborado que satura. Al menos dos o tres, incluso, de las cantatas y bailongas están demás. La película pierde nomás a pesar del ser un “musical” su ritmo. Pese a ello, lo más insoportable de Nine es la mismísima vida de Guido Contini, un sujeto literalmente atrapado pro su pasado, que ha perdida toda pizca de inspiración cuando el mismo es el personaje de la más absurda de las películas. Una vez más la actuación de Penélope Cruz, caracterizada como la amante latina que está dispuesto a dejarlo todo por el hombre de su vida, se lleva la flor, la actualción del resto, grandes actrices incluidas, pasa desapercibida, excepto la francesa Marion Cotillard y la estupenda interpretación de Fergie. Sobre el rol de Daniel Day-Lewis ando divido, a ratos refleja la insoportable vida del Guido, pero la cosa se carga cuando asume una pose de modelo antes que de Director. Nine más allá de exaltar el genio de un director de cine, se burla y lo exhibe como un sujeto incapacitado para tomar decisiones racionales y que sólo vive del azar, entre el decir si o no a los muchos dilemas de la producción. En mi caso abandoné la sala de cine, con esa sensación, de que existe en el mundo mejores cosas que ser director de cine.

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